domingo, 17 de noviembre de 2013

La importancia de llamarse Loser.



Lo primero que Sarah me enseñó sin ella saberlo es que siempre va a ser mejor perder una batalla que perderse una guerra.

Gracias Sarah.

Hoy lo veo todo mucho más claro. Hoy entiendo que todo este tiempo no podía entender nada porque no sabía a qué estaba jugando. Pensé que estaba jugando al amor, cuando a lo que en verdad estaba jugando era a aprender. Hoy se han caído todas esas horas de conversación con vosotros divagando hasta tratar de encontrar la respuesta a la eterna pregunta, se han caído y han estallado en el suelo dejándome ver el juego completo. No puedo parar de sonreír recogiendo las piezas de esas divagaciones que hablaban sobre mi cadáver siendo comido por mis 36 gatos en mi solitario apartamento a mis 62 años de edad tras sufrir un infarto causado por el sobrepeso de mi depresión... Esa conversación que te resulta tan familiar y que después de este post no vas a volver a tener por que hoy, desde el púlpito en el que me creo que me hallo, te voy a dar la fucking verdadera respuesta a esa eterna pregunta.

Formato editorial once again para contarte lo que necesitas saber para ganar este juego:



¿CUÁLES SON LAS NORMAS (y por qué no me había dicho nadie esto antes)?


>> Lo primero que necesitas saber es que para ganar esta guerra tienes que perder todas las batallas. Tienes que rechazar o ser rechazado por todos los capullos que el destino te vaya poniendo en el camino para encontrar el que capullo que necesitas. El veni vidi vici te hace vencedor, pero no ganador, ya que en este juego gana el que más aprende. No te compares con los que lo tienen todo, porque eso puede significar que no han aprendido nada.


>> En este juego no se conocen las reglas hasta el final. Deja de hacerte preguntas, deja de buscar una lógica y sobre todo, deja de sentirte perdedor. Cada vez que pones fin a una batalla, cada vez que te deshaces de uno de esos capullos, ganas lecciones, eres mejor jugador, estás más cerca de la meta.


>> Evita la lección-trampa: si ganas cuanto más aprendes y aprendes cuantas más batallas libras, tienes que exponerte. Si evitas involucrarte evitas la batalla, retrasas el momento de subirte al podio con tu premio. Remember those walls you built? Well baby, it's time to tumble them down.


>> Ganar la guerra no culmina el juego, porque de todo se cansa uno en esta vida menos de aprender. Cuando ganas esa guerra pasas a un nuevo nivel, uno mejor del que ahora mismo no puedo hablarte porque lo desconozco pero no te preocupes, probablemente podré contarte como superarlo cuando sea demasiado tarde, como hago siempre ;)






martes, 1 de octubre de 2013

Reharsal





Trabajar todos los días en algo que no te llena. Hay días que me levanto a horas que no sabía que existían sobrio y me preparo para convertir veinticuatro en nueve. Tareas atrasadas, ocio atrasado, expectativas para los veintiséis años que ya tengo atrasadas. En una mano, la realidad, en la otra el análisis que hacemos de ella. Porque hay días que uno se levanta de color grisáceo y siente que está pagando errores del pasado o que está pagando por un futuro mejor. Esto es un error de concepto, teniendo en cuenta que futuro y pasado existen solo en tu cabeza y son tan volátiles y moldeables como lo sea tu imaginación. Así es que nada de pensar en términos temporales, si alguna ventaja podemos sacar de atravesar un cataclismo económico como el que hemos experimentado, es que términos como el ridículo YOLO o el machacón "carpe diem" han recuperado una trascendencia y un significado que habían perdido por culpa de las drogas y de Miley Cyrus en bragas subida en una bola. El tiempo deja de existir cuando no tienes dinero y esto, lejos de ser una mala noticia, te convierte en alguien más libre: el campo de posibilidades se amplía a medida que tienes menos que perder.

Y aquí estoy en Vancouver, trabajando en algo que no me llena. En una mano, la realidad, en la otra el análisis que hacemos de ella. Ya hemos desechado el tiempo, comparativas con el pasado o soluciones de futuro... Entonces, ¿qué co*o hago yo trabajando en Zara? Pues te lo voy a explicar y tú lo vas a leer, porque es esto o ver el telediario, y créeme, prefieres esto.

El truco está en eliminar la palabra error de tu diccionario y sustituirla por la palabra ensayo. Esto te da pleno derecho a cagarla y te iguala al resto. Nadie pierde el tiempo cuando ensaya, porque se está preparando para algo mejor. Nadie puede ofenderse porque no lo estés haciendo bien, porque estás ensayando... y alégrate de estar ensayando, eso significa que algo viene de camino. Si te quedas sin movimientos que pulir, si ya te salen todos los pasos perfectos y dominas la coreo de principio a fin, prepárate para aburrirte. Y más miedo que saber que aún te quedan muchos errores ensayos por delante,  deberías temer que ya no te quede nada más que aprender.


jueves, 4 de julio de 2013

La suerte de mi vida






Me encantan los opuestos. Recuerdo cuando presenté mi proyecto de fin de Máster en clase (quiero pensar que ha sido una de las cosas más arriesgadas que he hecho jamás... Si vieseis el proyecto, entenderíais a que me refiero) provocando de todo menos indiferencia, con la sorpresa que provoca encontrarte un cojín con un estampado de calavera sobre una silla Luis XVI o luminarias en forma de cuervo en una pared sobre un vinilo de hojas de plátano... Mariconadas aparte, si te estoy hablando de piezas de interiorismo básicas que no te importan lo más mínimo es para contarte que, la vida es tan divertida que todas las situaciones por las que pasas son susceptibles de ser transformadas en su opuesto: es lo que se conoce como tragicomedia y es lo que están siendo mis últimos días en este país. Pasad y sentaos que voy a narrar el primer acto. 

Es cierto eso que dicen de que en los momentos más adversos de tu vida aprendes las cosas más relevantes de ti mismo y de los que te rodean. Es una putada no poder tenerlo todo, una putada muy grande cuando tienes que desprenderte, aunque sea temporalmente, de cosas que consideras imprescindibles para que los cimientos que sostienen la persona que eres no se caigan. Pero cuando ves a la gente a la que quieres y admiras realmente triste porque te vas, te das cuenta de que hay algo que estás haciendo muy bien. Mi familia, mis amigos... algunos de ellos conocidos este año, gente que ha sentido la necesidad de expresarme cuánto desean que me vaya mal en Canadá para volverme pronto y estar junto a ellos. Qué maravilla. Me voy de este país con una mano delante y la otra también, con una insatisfacción laboral indescriptible, pero encantado de haberme conocido porque, como ya te dije a principios de este año, maleta en mano y sin casa, soy una persona increíblemente afortunada, no sólo por lo que tengo, sino porque además sé valorarlo.

jueves, 21 de marzo de 2013

Los Miserables ya no es un musical francés




Desgraciadamente, tengo que escribir sobre esto.

No consigo sacar de mí la sensación tan estremecedora que me dejó la visualización de la última película del conocido musical hace ya más de dos meses. Concretamente recuerdo como nos miramos mi madre y yo cuando, en uno de los puntos claves de la película, el pueblo está en la calle sin nada que perder zarandeando el carro de una burguesía que resulta hasta ordinaria haciendo ostentosidad de su riqueza ante la muchedumbre hambrienta. Mi madre y yo nos miramos porque los dos pensamos exactamente lo mismo: somos nosotros. Es nuestro presente. Ver una película donde la miseria es tan obvia y el abuso hacia la mayoría es tan descarado ya no resulta ridículo o anacrónico, es la realidad en la que vivimos los españoles. Puedo imaginarme a mi profesor de Historia del colegio e instituto, una de las personas con las que aprendí alguna de las cosas más necesarias para un futuro como este, cambiando radicalmente la manera de hablar de tiempos en los que se cometían atrocidades contra el bienestar de la sociedad, no porque el pasado haya cambiado, sino porque han cambiado los espectadores. Cada día que pasa somos más conscientes de que, como en un secuestro, estos 35 años atrás nos contaban que la democracia en la que nos creíamos inmersos estaba a salvo, que era un ejemplo de superación de nuestro pueblo así como la guardiana de nuestro bienestar armada con el escudo infranqueable de la Sagrada Constitución, cuando realmente la mantenían maniatada mientras la saqueaban, violaban, amputaban sus miembros y exprimían día tras día. No es difícil saber cual es nuestro presente más próximo: como en cualquier secuestro, lo primero que ha perdido la democracia es el dinero, lo siguiente será la vida. ¿Miedo ante la incertidumbre? Muchísimo ¿Pena por la pérdida? Ninguna, por favor que entierren ya este cadáver pútrido y nos traigan una democracia nueva. 


Cuánto daño nos ha hecho ser tan maleducados. Resulta obvio que problema no estaría en absoluto resuelto con una nueva democracia, porque precisamente, haciendo mención de nuevo a mi competente profesor, una de las veces se tomó la molestia de imprimir la famosa frase “el que no sabe de Historia está condenado a repetirla” en la cabecera de nuestras hojas de examen para instigarnos a estudiar más, y a día de hoy no puedo parar de recordar esa frase, siendo consciente de que la reconstrucción de este país nos va a llevar muchos años, lamentablemente muchos más de los que nos ha llevado enseñarle a nuestros hijos que “para que se lo lleve otro u otra, te lo llevas tú antes” y luego votarlos como nuestros políticos y dirigentes.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Todo lo que nunca quisiste saber de los hombres

Ciertamente, soy un sabiondo. Pero hay hechos que ocurren en esta sagrada naturaleza nuestra para los que ni yo, desde mi suma prepotencia, puedo inventarme una explicación. Así es que ya te aviso que no deberías esperar una teoría panacea que te consuele agrupando en una ley algún desagradable o simpático fenómeno sociológico, porque hoy voy a hablarte de los hombres y su comportamiento en las relaciones. Feliz San Valentín.


Tantas y tantas horas de conversación resueltas en un post: no hay explicación para el comportamiento masculino durante el ligoteo. Sé lo que hacemos, sé que está mal, sé que todos sabemos que esta mal. Pero lo seguimos haciendo. Probablemente porque es la solución más rápida, probablemente alguno se dirá a sí mismo que es lo mejor para todos, lo menos dañino... Pero el caso es que mentimos. Mentimos y mucho, aunque si vamos a tocar este tema seamos del todo sinceros, y es que nosotros mentimos pero es tremendamente fácil cogernos. Lo que pasa es que no queremos sinceridad cuando no nos va a gustar lo que vamos a oír, así es que nos preguntamos una y otra vez qué hice mal, dónde pude cagarla, por qué me dijo que me iba a llamar y no lo hace.


Hay mucha gente con unos "trust issues" enormes por culpa de esto y gente que se comporta como locos obsesos cuando en realidad no lo son porque creen que pueden hacer algo para captar la atención de alguien a quien no importan. Quizá no haya una explicación sobre por qué mentimos los hombres, pero lo que si hay es un kit de supervivencia que se basa en una sola premisa y es que el éxito en jugar a "lovers" sin que se te raye la armadura está en la sencillez con la que juegues.


Dice el proverbio árabe que si me mientes una vez la culpa es tuya, pero si lo haces dos veces, la culpa es mía. Los hombres ya te hemos mentido una vez (probablemente ya te hemos mentido unas 53398 millones de veces), si lo seguimos haciendo es porque tú sigues fijándote más en nuestras palabras que en nuestros hechos... Como veo que eres un poco torpe, voy a pasarme al formato editorial-consejo que tanto te gusta, para que puedas tener las claves necesarias para jugar con hombres y ganar la partida y así en consecuencia dominar el mundo y ser como Beyoncé:




Instrucciones de uso de los hombres o cómo traicionar a tu género en un post:



En tres pasos, porque los hombres somos simples. Si, los gays también. La mayoría. Yo qué se, tampoco soy sociólogo...


    1. Lo primero que necesitas entender es que para nosotros, el triunfo está en la cantidad, no en la calidad. Es por esto que, habiendo dos tipos de machos en base a si nos gusta o no emparejarnos, la segunda opción es la claramente más numerosa. Por eso, dejarnos saber que nos necesitáis cuando nos estáis conociendo es como sacar una escopeta delante de Bambi.



    2. Mentimos mucho, pero no todo lo que decimos es mentira. Detectar con total clarividencia todas y cada una de nuestras frases falsas es prácticamente imposible, pero si es cierto que hay una serie de señales estándar que se cumplen en todos nosotros. Si hablamos de nuestros sentimientos con la entrepierna a punto de nieve, estamos mintiendo. Si usamos frases hechas, estamos mintiendo. Pero sin duda, la más clara de todas las señales, si te decimos que queremos total sinceridad, que nos comuniques lo que se te pase por la cabeza y que no vamos a jugar al cal y arena contigo estamos inequívocamente mintiendo.




    3. Familiarízate con la navaja de Ockham, porque ya te he explicado que jugar sencillo te va a preservar, y la explicación más sencilla es siempre la más probable. Si no te llama, no tiene interés, si no te escribe, no tiene interés, si cuando estás con él no te pregunta por tu vida y no te escucha, es muy probable que no vaya a tener interés nunca. "Pero es que él me dijo..."/ hechos, no palabras. "Pero, ¿y si...?"/ HECHOS. "Pero a lo mejor..."  H E C H O S. No te lo voy a repetir más.  







Teniendo en mente estos tres consejos y valorándote lo suficiente como para no soportar comportamientos motherfuckers y ser capaz de deshacerte de lo que no te conviene aunque te guste muchito mucho, ya deberías tener todo lo que necesitas para salir a disfrutar de este mundo sin dramas... Y si lo que te he contado no te ha servido de nada siempre puedes hacérmelo saber o mentirme, si eres un hombre como es debido.



jueves, 3 de enero de 2013

2013 motivos





Para odiarme. Qué tranquilidad da saber que todo es un equilibrio donde tus defectos son la clave de tus virtudes. Llega la hora de hacer propósitos de año nuevo y a mi me pilla con el estómago vacío, donde tantos piden cambiar yo pido más de lo mismo. Este año quiero ser más vago, más preocupado y correcto, quiero ser más dramático si cabe y me quiero rayar la puta cabeza muchísimo más. Porque miro a todo lo bueno que viene con eso y no puedo estar más satisfecho. Si mis virtudes favorecen la germinación de la felicidad en mi vida, mis defectos no son más que el agua que todo lo riega, la fuerza que me impulsa a ser mejor. Soy excesivamente nostálgico, me acuerdo mucho de los que he tenido, porque los he tenido importantes. Soy criticón, mandón, prepotente y atrevido corrigiendo al resto. Pues con semejante saco he llegado a acumular una riqueza que para sí la quisieran muchos. Me rodea una gente que me lucen como las joyas que son, aquí y a kilómetros a lo lejos, vivo bajo una situación privilegiada porque tengo una familia privilegiada. ¿Qué voy a cambiar en este año? Absolutamente nada, con lo que tengo he llegado hasta aquí. ¿Qué le voy a pedir a los reyes? Más, más yo mismo, porque aunque no haya espejo que abarque el reflejo de todo lo que soy, de todos los que soy, forma parte de mis taras el querer ser más grande cada día.


2013 virtudes, 2013 defectos. La moneda perdería la mitad de su valor sin una de sus caras.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Barbie Boy



Paso número uno: 

Métete aquí.




Paso número dos: 

Prosigue con tu vida como si nada hubiese pasado, o al menos inténtalo. Intenta convencerte a ti mismo de que tu café es un caro zumo antioxidante, de que tus ventanas dan al West Hollywood y de que el mayor de tus problemas el día de hoy es que tienes que llevar a fluffy al veterinario porque te hace la caca blanda. No quiero pagarlo contigo, Orlando Soria, porque eres un interiorista y bloggero muy molón, pero lo de convertirte en máximo estandarte del afán de protagonismo americano y de la atmósfera gay de plástico fino, ha sido un craso error completamente innecesario. 

En cualquier caso, Orlando, valiente, ha denunciado un problema que, para el que lo padece, sabe que es como un bosque de sequoias, en el que no se ve nada claro ni se conocen los límites. Lejos de ser un asunto circunscrito al planeta de los ponis, todos al padecer inseguridades sabemos cubrirnos el cuerpo con capas y capas de superficialidad y buscar el halago fácil, aunque a la larga, esto es un remedio poco efectivo. Así es como, en busca de una solución al problema he decidido remontarme a sus orígenes, reeditando el post de Soria, dándote soluciones y creando mi propio decálogo:




¿Por qué tan inseguro?  


     1. A mí no me señales con el dedo. 

Cuando alguien se caga en tu puta madre no dudas sobre la profesión que ésta ejerce ni sobre que tenga la cabeza llena de heces, no entiendo entonces porqué cuando te llega un mal feedback lo asumes automáticamente como verdadero. En mi último encontronazo me soltaron la siguiente joyita: el problema es que has sido tú mismo... Blíndate contra el agravio porque la gente puede ser increíblemente estúpida.  
    

     2. Modestia aparte. 

Gracias, gracias, por favor, para, que me pongo coloradete. Encajar los halagos forma parte de ser modesto y si me apuras, resulta hasta sexy. Cuando desprecias un reconocimiento no estas siendo humilde, estás evidenciando que no te gustas. Aunque no estés de acuerdo con el calificativo positivo, tómatelo como una paga extra, a nadie le viene mal que le den dinero.


    3. Quiero ser como Beckham.

Decía Einstein que si un pez se juzga a si mismo por su capacidad de trepar árboles, pasará su vida sintiéndose un estúpido. Saber donde están tus limitaciones y no ahogarse en el mar de las comparaciones te hace más fuerte. Que si, que vale, que siempre va a existir alguien mejor que tú en cualquiera de los ámbitos, la pregunta es: ¿y qué? 

   
    4. Salto con pértiga.

Hay que ser realista en esta vida. Si jamás vas a medir más de un metro noventa centímetros no tiene demasiado sentido que te propongas tomar el relevo de Gasol. La grandeza de un hombre se mide por la magnitud de sus inquietudes, por eso tienes que tener grandes metas, pero los objetivos diarios tienen que ser pequeños y acordes a tu capacidad si quieres asegurarte el éxito.


    5. Cariño, ¿estoy gorda?

Al igual que tú sabes que siempre va a haber alguien mejor que tú en cualquiera de tus competencias, lo sabe la gente a la que le importas, lo saben de una manera muda y ausente, porque no les preocupa. Lo que Orlando Soria no entiende cuando se plantea que su novio está en el vestuario del gimnasio viendo cuerpos más fibrados que el suyo, es que todos somos un conjunto súper accidental de átomos y experiencias irrepetibles e inigualables. Me la trae al pairo que veas a chicos más guapos que yo, nadie te va a dar lo que yo te doy como yo te lo doy. 

    
    6. ¿Quién es ese del espejo? 

Si tu eres pleno conocedor de tus virtudes y tus defectos sabrás lo que puedes abarcar de manera competente y satisfactoria, y te alejarás del fracaso que agrava la inseguridad. Además, no te pillará de sorpresa cuando algún espíritu succionador de alegrías venga a amargarte recordándote que tienes una oreja mas caidita que la otra: ya lo sé y me encanta, es mi sello personal. 


   7. El bagaje.

No te olvides de que por mucho que vayas de víctima, tú eres el peor de los jueces. Así pasamos por alto que conocer a gente nueva es una oportunidad para entrenar un poco de role playing, y que los que ya nos conocen no dominan tanto nuestro conocimiento sobre nuestras inseguridades como lo hacemos nosotros. Si caminas como un perro y ladras como un perro te conviertes en un perro, juega a estar seguro de ti mismo y deja atrás lo que has vivido hasta ahora, a ver qué pasa.  


   8. Autorretrete.

La imagen es nuestra carta de presentación a corto plazo y si no estamos a gusto con ella el tufillo a inseguridad nos invade. Es increíblemente fácil caer en la obsesión del culto al cuerpo cuando el bombardeo sobre la perfección física es constante, por eso uno de los experimentos más recomendables a la hora de objetivizar el juicio es el de desmitificar a esa gente. Cuando pasas tiempo con esos privilegiados que parecen hechos por encargo y que a primera vista tienen todo lo que se necesita para ser feliz en su cara, rápido te das cuenta de que dios no existe.


   9. No me dieron suficiente cariño en la infancia.

En Psicología se estudian las atribuciones de causalidad como uno de los factores más importantes a la hora de determinar el curso y aparición de los trastornos del estado de ánimo. Entenderte mejor pasa por saber cuáles son los motivos que te han llevado a ser como eres. Hay circunstancias que se escapan a nuestro dominio y que dejamos que nos influyan como si fuesen culpa nuestra: no te definas a ti mismo con calificativos que no provengan directamente de experiencias donde hayas sido tú mismo, donde tú hayas sido el protagonista. Y por supuesto, no tienes la culpa de no ser el sobrino favorito.


   10. Mi zona de confort. 

Este es el barrio residencial de los inseguros. Todos dudamos de nosotros mismos en algún momento, pero sólo los que responden a esas dudas actuando se superan. La falta de intentos no te preserva del fracaso, simplemente dilata su ocurrencia.